Pelea de Chicas historia VIDEO
Una de las chicas de la pelea que tuvo como epicentro a la Escuela Normal, por el golpe que recibió en la cabeza, terminó internada en el Hospital de Niños, con lesiones leves. Porque claro, tiene 13 años y es, según el protocolo médico, una niña. Pero, ¿lo es?
El hecho podría ser un suelto de un diario y hasta, si se toma livianamente, un pie de página en la modalidad de una anécdota. Pero de ninguna manera puede leerse como un episodio más en la vida cotidiana normal de nuestros adolescentes. Un número que probablemente no se sepa, por su escala cuantitativa, agrega complejidad a la cuestión: en Tandil cada fin de semana hay 15.000 chicos en la calle, o haciendo la previa, o en los boliches o en las llamadas fiestas privadas.
Mientras todavía la sociedad lugareña intenta salir del estado de shock que le produjo el trágico accidente del domingo pasado frente al Cementerio Municipal, la noticia policial de ayer dista mucho, precisamente, de ser una noticia policial. La cuestión es más ardua y más profunda. No tiene que ver con ese atentado al romanticismo o la feminidad que impone la imagen de dos chicas adolescentes dirimiendo sus entuertos a trompada limpia, sino con algo mucho más denso que está ocurriendo en el mundo de los jóvenes. El episodio registra la violencia explícita del hecho, pero por debajo subyacen otras cuestiones más ligadas al extravío de la brújula en temáticas como la educación y el respeto con que se formaron los jóvenes de generaciones pasadas.
Para este Portal las noticias denominadas “policiales” no son meramente eso. Creemos que detrás de la noticia policial que informa hay una historia que explica. Que obliga al análisis, a la reflexión que se comparte con el lector. Algo no está bien en un episodio de esta naturaleza, y algo está mucho peor con las recurrentes imágenes del fin de semana que exponen a chicas adolescentes tiradas en las calles, completamente borrachas, llevadas en remises a sus domicilios, tal como lo puede testimoniar cualquier remisero de la comarca. Para no hablar de otros hechos violentos muchísimo más densos. Hechos que se registran en toda la pirámide social de la comunidad, sosteniendo, como creía Friedrich Nietzsche, que no hay hechos, sólo interpretaciones.
Las increíbles pedradas a los colectivos, las picadas con escape suelto que destrozan el sueño de los vecinos que las padecen, el combo de alcohol y cierta indiferencia familiar ante lo que hacen los hijos fuera de la casa, son síntomas suficientemente claros de lo que está pasando. Puede ocurrir de muchas maneras: en la modalidad de la tragedia, del grotesco y de lo bizarro. Pero son severos llamados de atención que empiezan a buscar múltiples destinatarios: los controles del Estado Municipal, el rol de la escuela (en desigual batalla) y, muy especialmente, la familia. Sobre todo la figura del padre, que por algo, en términos simbólicos religiosos, representa a la Ley.